Freddy García es investigador económico.
¿Qué pensarías si pides prestado $1,000 al banco y acuerdan que al final del año le devuelvas sólo $950? Es decir, que el banco te pague en lugar de cobrarte una tasa de interés por el préstamo. Financieramente, este ejemplo implica que la tasa de interés del préstamo sea negativa. ¿Es esto posible? Sí, y a grandes envergaduras. Esta situación, contraria a la lógica financiera convencional, ya se está viviendo al otro lado del mundo.
Las tasas negativas son el nuevo normal de la economía global, empezando por Europa y Japón. En Dinamarca, un banco comercial ofreció por primer vez préstamos hipotecarios con tasa de interés negativa. Sin embargo, es en el mercado de bonos donde se observa la mayor cantidad de financiamiento con estas características. En agosto 2019, la oferta de bonos con rendimiento negativo en todo el mundo alcanzó los $16 billones (millones de millones), el doble en comparación a diciembre del 2018. Tanto gobiernos como grandes empresas se han unido a esta tendencia.
¿Cómo llegamos a tener tasas negativas? La crisis financiera del 2008 obligó a los bancos centrales de las economías desarrolladas a bajar las tasas de interés de política monetaria hasta mínimos históricos con el fin de inyectar recursos a la economía. Me refiero a la que los bancos centrales controlan para estabilizar la inflación y la economía a través de la colocación o captación de dinero. En sencillo, es la tasa que le cobran a las entidades financieras por los préstamos que les hace en el mercado abierto. Por ejemplo, una reducción de esta tasa abarata el costo del dinero para los bancos y, por tanto, se ven incentivados a tomar dinero del central para colocarlo en la economía. Y viceversa. Subir la tasa de interés restringe el interés por nuevos capitales.
Pero a pesar de la reducción el crecimiento no llegaba y años después algunos bancos centrales de Europa se vieron obligados a bajar las tasas por debajo de 0%. La idea era “castigar” a las instituciones financieras por tener dinero ocioso en los bancos centrales en lugar de canalizarlo a través de crédito que impulse la economía. Cuando los bancos centrales recortan sus tasas, las demás tasas de interés de la economía (la de los bancos comerciales y bonos) tienden a bajar, al menos las de instrumentos de más corto plazo. Por tanto, los bancos ganan menos con sus colocaciones y se obligan a aumentar sus carteras.
La lógica económica detrás de las tasas negativas es, en realidad, bastante simple. A nivel global existe un exceso de ahorro que no puede ser canalizado a través de préstamos debido a que la demanda de crédito está estancada. Es decir, a pesar de haber bastantes recursos disponibles no existen suficientes personas o empresas dispuestas a pedir prestado e incurrir en inversiones. Si las instituciones financieras no pueden obtener ganancias a través de créditos, entonces no pueden pagar a sus ahorradores o depositantes. Por lo tanto, deben cobrar una tasa al ahorrador por mantener su dinero.
Los más beneficiados de las tasas de interés negativas han sido los Gobiernos. La deuda en bonos con rendimiento negativo representa alrededor del 25% de la deuda soberana a nivel mundial. Alemania es uno de los países cuyos bonos soberanos ofrecen una tasa de rendimiento negativa a cualquiera de los plazos de vencimiento.
Pero ¿por qué alguien quisiera poner su dinero en bonos que pagan menos que lo invertido? Los bonos soberanos de países desarrollados son considerados los activos más seguros del mercado. En un ambiente de incertidumbre global como el que se vive actualmente, los inversionistas están dispuestos a pagar por tener su dinero seguro. Además, los inversionistas se las han ingeniado para obtener ganancias a partir de los rendimientos negativos, a través de movimientos en el mercado cambiario, por ejemplo.
Mientras tanto en este lado del mundo, la Reserva Federal de Estados Unidos (Fed), el principal Banco Central a nivel mundial, ha empezado a recortar su tasa de política monetaria que aún permanece en territorio positivo. De hecho, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha sugerido varias veces a la Fed que debería bajar la tasa por debajo de 0% para impulsar la economía.
Por otro lado, Ecuador se mantiene alejado del mundo de las tasas negativas. Las tasas locales se mantienen elevadas en comparación a otros países. Los bonos soberanos no se quedan atrás. Pese a que la tasa de los bonos comparables de otros países se disminuye, nuestro riesgo país se mantiene elevado, complicando cada vez más nuestras condiciones de financiamiento. Todo esto pese a la estabilidad que brinda el estar dolarizados.
En fin, las tasas negativas implican una coyuntura de financiamiento favorable para aquellas economías que hacen política económica responsable. En este mismo sentido, esto implica un deterioro en las condiciones financieras para los países que históricamente no han mostrado disciplina fiscal, como el caso del Ecuador. Por eso es indispensable poner en orden la casa y empezar a mostrar al mundo con hechos concretos que la visión está cambiando.
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