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No nos pidan más impuestos, arreglen el presupuesto


Terminado el primer semestre del año el Gobierno Nacional ha ejecutado el 44% del Presupuesto General del Estado, $16,319 millones en total.


De ellos, $12,998 millones fueron a para las operaciones del Estado y $3,322 millones para pagar sus obligaciones. Solo en deudas se fue el 20%. Queda 80%.


De los $12,998 millones, $2,192 corresponden a la importación de derivados y, por tanto, es un monto que varía acorde al precio del petróleo. Literalmente, se quema en el parque automotor e industrias. Es un problema grave del Gobierno, pero que no existiría si se liberara la importación y comercialización de combustibles. Se fue otro 13%. Sacando este rubro de la ecuación, quedan $10,806 millones, 66%.


El siguiente rubro importante es la burocracia. En el primer semestre el Gobierno gastó $4,363 millones en salarios. Apenas 1,5% menos que el mismo periodo de 2018. Hay mucha grasa que cotar aún. La burocracia dorada se lleva otro 27% del presupuesto y quedan $6,442 millones. Hasta aquí se ha gastado más de la mitad del presupuesto y resta un 40%.

Todavía faltan los bienes y servicios. Todos aquellos recursos que el régimen supuestamente necesita para funcionar. $1,040 millones se fueron en las famosas compras del Estado que no se hacen a precio de mercado.


Incluyamos también en esta sección los $1,708 millones pagados en intereses de la deuda pública.


Llegamos al 77%. Más de $12,625 millones gastados sin retorno productivo para la economía. Ni todos los impuestos, tasas y contribuciones del semestre ($8,579) pudieron cubrir semejante gasto. Asombrosamente estos son los gastos que no bajan por nada. El pago de deudas sube. Los bienes y servicios suben. Los intereses, suben. La burocracia dorada, lucha por mantenerse. El gasto en combustibles sube.


Del 23% restante, tan solo $540 millones (3%) va a inversión, y de ellos, exclusivamente $111 millones a obra pública. El 20% restante se va en otras transferencias corrientes, subsidios y aportaciones que poco ayudan a la sociedad por los diversos defectos de focalización, ineficiencia e inequidad que conocemos. Al final del día, terminan siendo improductivos.

El problema presupuestario va más allá del déficit o hueco fiscal. No se trata solamente de equilibrio, sino también de calidad, de eficiencia.


La política fiscal debería estar enfocada a mejorar la calidad del gasto, a sacar la economía de la contracción y a erradicar la dependencia del Estado. Pero las cifras muestran lo contrario. Abunda el gasto improductivo, la economía se deteriora y persisten los ineficientes privilegios estatales.


El mayor problema no es la cantidad, sino la calidad. En lugar de pedirnos más impuestos arreglen el presupuesto.



Artículo publicado originalmente en Primicias.

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